La pasión por la selección chilena no se mide solo en goles o títulos. También se encuentra en los gestos, en la emoción pura y en la conexión genuina entre los jugadores y los hinchas. A veces, una imagen, una escena o una frase lo resume todo. Y esta vez, lo que se vivió fue simplemente “todo lo que está bien”.
Un niño emocionado, con la voz entrecortada, lanza una pregunta que parece salida del corazón de millones: “¿Quién es ese hombre que me mira y me desnuda?” La frase, tomada de una canción, parece un guiño de ternura, pero en el contexto se convierte en poesía futbolera. Porque lo que transmite ese instante no es otra cosa que el profundo amor que muchos sienten por La Roja.
No es necesario entender de táctica para emocionarse con este tipo de momentos. No hacen falta estadísticas, ni nombres rimbombantes. Basta con mirar y sentir. Porque el fútbol, en su esencia más pura, es eso: emoción compartida.
Este tipo de escenas son las que convierten a la selección en algo más que un equipo. La transforman en símbolo, en refugio, en ilusión. En una patria de camisetas rojas y gargantas apretadas. En un lugar donde los niños sueñan, los adultos se emocionan y todos, sin importar la edad, sienten que están unidos por algo más grande.
Por eso, cuando decimos que esto es “todo lo que está bien”, no estamos exagerando. Estamos hablando de lo que nos recuerda por qué amamos este deporte. De lo que nos hace creer, reír, llorar, vibrar.
Porque a veces, entre tanta crítica, tanta derrota y tanta frustración, basta un momento como este para reconectarnos con lo esencial. Con lo que nunca deberíamos perder.
Con lo que está bien.