Eduardo Vargas volvió a hablar... y volvió a ilusionar.
El delantero chileno, figura eterna de La Roja en sus mejores días, rompió el silencio y soltó una frase que remeció al hincha: “Con Gareca vengo a ser feliz”. Palabras sencillas, pero potentes. Porque cuando “Turboman” sonríe, todo un país se permite soñar con una nueva etapa de gloria.
Y es que Ricardo Gareca no solo ha cambiado el sistema, también ha cambiado los rostros. El técnico argentino se ha encargado de recuperar a jugadores que parecían perdidos, y Vargas es el ejemplo más claro. Tras quedar fuera de las nóminas durante meses y ser cuestionado por su presente en Atlético Mineiro, su regreso parece el inicio de una nueva narrativa: la del renacer de los referentes.
En un momento en que Chile necesita volver a creer, la conexión entre un histórico de la Generación Dorada y un técnico con fama de resucitar selecciones puede marcar el camino. Porque Vargas no solo es goles; es Copa América, es espíritu competitivo, es grito de guerra. Y si ahora declara que viene a disfrutar, hay razones para entusiasmarse.
Gareca y Vargas, dos nombres que por separado ya generan expectativa, ahora parecen haber encontrado un punto de encuentro. Uno con hambre de devolver a Chile al primer plano continental. El otro con la motivación renovada de dejar huella, una vez más, con la camiseta que ama.
El mensaje es claro: la Roja está cambiando y el optimismo vuelve a florecer. Y si Eduardo Vargas viene a ser feliz, entonces que venga nomás. Porque el fútbol también se trata de eso: de reencontrarse con la alegría.