Hay ilusión: la esperanza vuelve a encenderse en la Roja

Hay ilusión: la esperanza vuelve a encenderse en la Roja

Si hoy en Chile existe una chispa de ilusión futbolera, es en gran parte gracias a lo que representa Ricardo Gareca. Así lo expresó Jean Beausejour, referente de la generación dorada y voz autorizada del camarín chileno. Sus palabras no fueron exageradas ni románticas: fueron un diagnóstico certero de un ambiente que comienza a recuperar fe.

Después de años marcados por la frustración, por las despedidas de ídolos y por un recambio que nunca terminó de consolidarse, la llegada del “Tigre” ha devuelto algo que parecía extraviado: el entusiasmo. No es que ahora todo sea perfecto, ni que Chile se haya convertido en potencia. Pero hay señales. Hay juego. Hay conexión.

Beausejour lo explicó con claridad: “Si hoy hay ilusión, es gracias a Gareca. Por lo que él representa. Por su forma de comunicar. Por lo que transmite a los jugadores”. Y eso, viniendo de alguien que supo lo que es levantar una Copa América y compartir camarín con los mejores, tiene peso.

Lo que ilusiona no es solo la táctica o los nombres nuevos. Es la sensación de que hay una idea clara. Que hay orden. Que el equipo juega con convicción. Que los referentes respetan al entrenador. Que los jóvenes tienen espacio para crecer.

Gareca no promete milagros. Pero sí trabajo, coherencia y compromiso. Y eso, en un fútbol muchas veces caótico como el chileno, ya es una revolución.

Sí, hay ilusión. Y esta vez no nace del marketing ni de la nostalgia. Nace del fútbol. Y de la esperanza de que, por fin, el camino de la Roja vuelva a ser competitivo.

Si hoy en Chile existe una chispa de ilusión futbolera, es en gran parte gracias a lo que representa Ricardo Gareca. Así lo expresó Jean Beausejour, referente de la generación dorada y voz autorizada del camarín chileno. Sus palabras no fueron exageradas ni románticas: fueron un diagnóstico certero de un ambiente que comienza a recuperar fe.

Después de años marcados por la frustración, por las despedidas de ídolos y por un recambio que nunca terminó de consolidarse, la llegada del “Tigre” ha devuelto algo que parecía extraviado: el entusiasmo. No es que ahora todo sea perfecto, ni que Chile se haya convertido en potencia. Pero hay señales. Hay juego. Hay conexión.

Beausejour lo explicó con claridad: “Si hoy hay ilusión, es gracias a Gareca. Por lo que él representa. Por su forma de comunicar. Por lo que transmite a los jugadores”. Y eso, viniendo de alguien que supo lo que es levantar una Copa América y compartir camarín con los mejores, tiene peso.

Lo que ilusiona no es solo la táctica o los nombres nuevos. Es la sensación de que hay una idea clara. Que hay orden. Que el equipo juega con convicción. Que los referentes respetan al entrenador. Que los jóvenes tienen espacio para crecer.

Gareca no promete milagros. Pero sí trabajo, coherencia y compromiso. Y eso, en un fútbol muchas veces caótico como el chileno, ya es una revolución.

Sí, hay ilusión. Y esta vez no nace del marketing ni de la nostalgia. Nace del fútbol. Y de la esperanza de que, por fin, el camino de la Roja vuelva a ser competitivo.

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Un grito desde la galería: el hincha chileno y su cansancio con el sistema

Podrido. Esa es la palabra que, con crudeza, mejor resume el sentir de miles de hinchas en Chile. Podrido del sistema, de las decisiones inconsistentes, de las sanciones arbitrarias, del manoseo constante al fútbol nacional. Lo que en otro tiempo fue pasión y escape, hoy también es canal de protesta, de rabia, de agotamiento.

Las gradas ya no solo alientan. Ahora también exigen. En pancartas, en cánticos, en silencios incómodos, el mensaje se ha vuelto claro: el fútbol chileno necesita cambios de fondo. No se trata solo de un mal arbitraje o de un campeonato deslucido. Se trata de la sensación de injusticia que se arrastra fecha a fecha, torneo tras torneo.

Los hinchas sienten que se juega con su lealtad. Que se castiga a unos con dureza y a otros se les perdona todo. Que el fútbol se ha transformado más en un producto de escritorio que en un espectáculo genuino. Y en ese ambiente, donde todo parece negociado, la pasión comienza a resquebrajarse.

Las manifestaciones recientes, que incluyen lienzos, bengalas y paros parciales, no son actos aislados. Son el reflejo de un malestar profundo, de una hinchada que ya no tolera ser espectadora pasiva. Porque en Chile, el fútbol también es política, identidad y memoria colectiva.

Quizás la dirigencia aún no lo entienda del todo. Pero las tribunas han hablado. Y cuando un pueblo dice estar podrido, no lo hace por moda ni por show. Lo hace porque siente que ya no le queda otra forma de hacerse escuchar.

El fútbol chileno está en deuda. No solo con sus jugadores o técnicos. Está en deuda con su gente. Y esa, la más importante de todas, ya empezó a cobrar.

El verdadero 'quién pudiera': el legado de un distinto

Hay jugadores que, incluso después del retiro, siguen generando admiración. No por nostalgia vacía, sino porque dejaron huella. Porque hicieron del fútbol algo más que correr detrás de una pelota. Porque jugaron con clase, con inteligencia, con elegancia. De esos hay pocos. Y uno de ellos es quien inspira este "quién pudiera".

Vestir su camiseta habría sido un privilegio. Compartir cancha, un sueño. No todos los cracks son mediáticos, pero sí reconocibles por quienes entienden el juego. Esos que no necesitan la portada ni el grito para ser fundamentales.

Se retiró hace poco, pero su nombre todavía aparece en conversaciones de pasillo, en análisis tácticos, en recuerdos de hinchas que valoran lo sutil, lo fino, lo inteligente. Su forma de jugar hablaba por sí sola: lectura del juego impecable, pases quirúrgicos, personalidad serena pero influyente.

No se trata solo de un exjugador. Se trata de una forma de entender el fútbol. De una generación que creció viéndolo como ejemplo, dentro y fuera del campo. Porque no solo marcaba diferencias con la pelota, también con su manera de convivir con el grupo, con su humildad, con su profesionalismo.

Y ahí está lo bonito de esta historia: que incluso después del último partido, sigue inspirando. Porque algunos nacen para jugar al fútbol, y otros nacen para hacerlo mejor.

El verdadero "quién pudiera" no es envidia. Es respeto. Es admiración. Es legado.